Pepe o
Poroto como se lo conoce en Espartillar tiene Ochenta y dos fresco abriles, su
apellido es de descendencia francesa, de Aveyron como la mayoría de los que a
principio de siglo colonizaron esta región pero él aclara que por sus venas
corre un poco de sangre alemana y de otras colectividades. El oficio de
mecánico lo aprendió desde muy chico y lo heredo de su padre, siempre le
gustaron los fierros y desde antes de tener los veinte años ya se
dedicaba a esta profesión; su primer motor armado fue un Rugby 29 y
después un Ford A. Luego de cincuenta años de intenso trabajo llego merecida la
jubilación pero siguió trabajando hasta que hace unos seis años su esposa e
hija le dijeron que era hora de dejar, desde ese momento y hasta que el mayor
de los nietos se convirtió en piloto el taller era visitado para realizar
arreglos menores vinculados con el hogar. Durante esos años la situación
fue difícil, se sintió mal porque le faltaba algo, quería seguir trabajando me
sintió muy triste pese a que era consciente que había llegado la hora de
descansar.
Cuando su
nieto le dijo que quería correr en auto le pareció bárbaro y enseguida le
dijeron que debía armar los motores, su respuesta fue que iba hacer lo
que pudiera, inmediatamente se puso las pilas, nunca en los años que llevaba
como mecánico había armado un motor de competición, consultado sobre cómo se
toma un desafío de ese tipo a los ochenta años y su respuesta fue que puso a funcionar la mente y que la
base principal es la prolijidad, sin elementos de precisión
alguno, salvo el calibre, mucha pasión y amor por los nietos acepto el reto, él
cree que no es nada extraordinario lo que se está haciendo, lo que yo quiero que anden bien, que anden
tranquilos y por el asfalto; Juan de entrada era muy impulsivo y mi
consejo era que se tranquilizara, hoy a cambiado un algo y esta andando
mejor. El atender el auto de sus nietos le sirvió a Pepe como
una dosis de vitalidad, en esta época del año donde el frio se hace sentir en
el taller él no lo siente, la única fuente de calor es una garrafa con una
pantalla que sus seres queridos la encienden donde él se instala a trabajar;
cuando se queda solo lo primero que hace es apagarla y dice que si se coloca
calefacción el que vaya al taller se va a quedar parado cerca del fuego
sin trabajar.
Nos dio una
clase básica del funcionamiento de un motor, nos dijo que si bien los motores
fueron cambiando en su evolución el concepto no ha cambiado, entre otros temas
que tocamos en la charla le preguntamos si los chicos dijeran que no corren más
sería como clavarle un puñal al corazón, respondiendo no tengo problema, la decisión que tomen ellos es
sagrada, si en estos momentos me dijeran que quieren llevar los motores a otro
lugar me parece perfecto, yo no tengo problemas, lo que sí quiero que tengan un
incentivo para que sigan adelante.
Nos conto
anécdotas de cómo se comportaban los chicos cuando eran niños, que está
pendiente de los resultados y que continuamente su hija Susana lo tiene al
tanto de cómo desarrolla toda la actividad, que cuando calme el frio
quiere ir a las carreras y que cuando terminan bien ubicados se siente
orgulloso. Para cerrar nos volvió a decir que si quieren ser mejores pilotos
deberían pensar en cambiar de motorista, a lo que le respondimos que los
resultados hoy lo están logrando con el abuelo, contestándonos que es una
actividad muy competitiva.
Amable,
lucido ciento por ciento, con mucho amor por lo que hace y por sus nietos, con
la huellas lógicas que deja el tiempo, así es Carlos Lorenzo Trech, que con sus
más de ochenta años es el responsable (aunque dice que es un equipo) de que dos
de los autos de la Formula 3CV estén en pista fecha tras fecha.
Daniel Arrué
Prensa Formula 3CV