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Revista Corsa

4 de agosto de 2013




Pepe o Poroto como se lo conoce en Espartillar tiene Ochenta y dos fresco abriles, su apellido es de descendencia francesa, de Aveyron como la mayoría de los que a principio de siglo colonizaron esta región pero él aclara que por sus venas corre un poco de sangre alemana y de otras colectividades. El oficio de mecánico lo aprendió desde muy chico y lo heredo de su padre, siempre le gustaron los fierros y desde antes de tener los veinte años ya se dedicaba  a esta profesión; su primer motor armado fue un Rugby 29  y después un Ford A. Luego de cincuenta años de intenso trabajo llego merecida la jubilación pero siguió trabajando hasta que hace unos seis años su esposa e hija le dijeron que era hora de dejar, desde ese momento y hasta que el mayor de los nietos se convirtió en piloto el taller era visitado para realizar arreglos menores  vinculados con el hogar. Durante esos años la situación fue difícil, se sintió mal porque le faltaba algo, quería seguir trabajando me sintió muy triste pese a que era consciente que había llegado la hora de descansar.
Cuando su nieto le dijo que quería correr en auto le pareció bárbaro y enseguida le dijeron que  debía armar los motores, su respuesta fue que iba hacer lo que pudiera, inmediatamente se puso las pilas, nunca en los años que llevaba como mecánico había armado un motor de competición, consultado sobre cómo se toma un desafío de ese tipo  a los ochenta años y su respuesta fue que puso a funcionar la mente y que la  base principal es la prolijidad, sin elementos de precisión alguno, salvo el calibre, mucha pasión y amor por los nietos acepto el reto, él cree que  no es nada extraordinario lo que se está haciendo, lo que yo quiero que anden bien, que anden tranquilos y por el asfalto;  Juan de entrada era muy impulsivo y mi consejo era que se tranquilizara, hoy a cambiado un algo y esta andando  mejor. El atender el auto de sus nietos le sirvió a Pepe como una dosis de vitalidad, en esta época del año donde el frio se hace sentir en el taller él no lo siente, la única fuente de calor es una garrafa con una pantalla que sus seres queridos la encienden donde él se instala a trabajar; cuando se queda solo lo primero que hace es apagarla y dice que si se coloca calefacción el que vaya al taller se va a quedar parado cerca del fuego  sin trabajar. 

Nos dio una clase básica del funcionamiento de un motor, nos dijo que si bien los motores fueron cambiando en su evolución el concepto no ha cambiado, entre otros temas que tocamos en la charla le preguntamos si los chicos dijeran que no corren más  sería como clavarle un puñal al corazón, respondiendo no tengo problema, la decisión que tomen ellos es sagrada, si en estos momentos me dijeran que quieren llevar los motores a otro lugar me parece perfecto, yo no tengo problemas, lo que sí quiero que tengan un incentivo para que sigan adelante.
Nos conto anécdotas  de cómo se comportaban los chicos cuando eran niños, que está pendiente de los resultados y que continuamente su hija Susana lo tiene al tanto de cómo desarrolla toda la actividad,  que cuando calme el frio quiere ir a las carreras y que cuando terminan bien ubicados se siente orgulloso. Para cerrar nos volvió a decir que si quieren ser mejores pilotos deberían pensar en cambiar de motorista, a lo que le respondimos que los resultados hoy lo están logrando con el abuelo, contestándonos que es una actividad muy competitiva.
 
Amable, lucido ciento por ciento, con mucho amor por lo que hace y por sus nietos, con la huellas lógicas que deja el tiempo, así es Carlos Lorenzo Trech, que con sus más de ochenta años es el responsable (aunque dice que es un equipo) de que dos de los autos de la Formula 3CV estén en pista fecha tras fecha.

Daniel Arrué   
Prensa Formula 3CV